3 de junio de 2013

Irrecuperable

Estábamos ahí sentados, el silencio reinando mientras dos tazas con café humeaban en la mesa. No me atreví a moverme desde que dejé de escribir y me di cuenta de que él me miraba. Era una sensación bastante incómoda.

Me aclaré la garganta y busque con la mirada el reloj que estaba detrás de mi.

-Ya casi son las tres de la mañana -Señalé, me giré y junte todas las hojas que llevaba escritas-. Ya nos falta poco para terminar ¿Porque no duermes un momento? Tu ya terminaste tu parte.

Él no me respondió, solo me siguió mirando con intensidad. Alargue una mano para tomar mi taza y le di un sorbo al café para entretenerme en algo y no comenzar a morderme las uñas. Reprimí el impulso de hacer una mueca, el café estaba tan amargo.

-Quiero...

-¡Es verdad! -Lo interrumpí poniéndome de pie-, tendría que traerte una almohada y una cobija, ¿O prefieres conducir a tu casa?

Ya iba avanzando hacia el pasillo que me libraría momentáneamente de tener que verlo cuando sentí su mano deteniéndome, aferrada con firmeza en mi codo.

-No quiero una maldita cobija, quiero decirte algo y que me escuches. -Su voz ya no estaba ni tranquila ni paciente. Sonaba firme, justo la clase de voz que tendría cuando fuera abogado, una voz hecha para intimidar... sin embargo nunca la había usado conmigo. Me encogí internamente. -Al menos merezco eso ¿no?

«Si.» Respondió una voz dentro de mi mente, «¡Pero yo no merezco esto!». Y aunque quise gritárselo en voz alta como lo había hecho en mi mente, solo asentí en silencio y me senté de nuevo frente a él.

-Yo... -Ahora que tenía mi 'atención' parecía nervioso. Una parte de mi aun tenía la esperanza de que se callara y decidiera no decirlo hoy, o no decirlo nunca. -Hace tiempo que quiero decirte esto, no es necesario que me des una respuesta, solo... solo quiero sacarlo de mi sistema.

Se detuvo y alargo la mano hacia su taza, le dio un sorbo al café e hizo una mueca por el sabor. Sin querer una sonrisa se me escapó. Ah, Dios. Extrañaré demasiado esta clase de cosas.

Deje de verlo a él y me concentre en mis manos, pálidas y con unas cuantas manchas de tinta negra por haber estado escribiendo por mucho tiempo, mis uñas cortas y con esmalte morado, despintadas en algunos lugares gracias al paso del tiempo. Estire los dedos, largos y delgados. 

Recordé que mi tía me insistió en que eran dedos de pianista, que toda la familia por parte de mi padre siempre ha tenido manos de pianista; cerré ambas manos en puños al recordar mis patéticos intentos fallidos de aprender a tocar el piano, luego el violín, luego la guitarra... hasta que convencí a todos de que lo mío no eran las artes musicales. Yo ya lo sabía, la coordinación nunca ha sido mi fuerte.

Lo mío es perderme en la mente, imaginar mundos inexistentes, hacer conexiones, llenarme de color, ver con otros ojos, sentir el mundo sin usar la piel... inventar y crear. Después de todo supongo que la sangre de mi madre termino dominando a la sangre de mi padre y en lugar de ser una gran artista musical soy una gran artista visual. No es presunción, nunca lo ha sido... simplemente siempre he sabido para qué soy buena. Soy buena con los óleos, con los gises, con las acuarelas, con los lapices, los colores... con todo lo que pueda dejar huella.

Sin embargo, la nostalgia nunca me permitirá plasmar este momento. Ni la nostalgia ni el sentido común. Mucho menos mi corazón.

-Me he enamorado de ti.

Lo dijo suave, sin alarma ni duda, las palabras fluyendo como el agua. Para cualquier persona habría sido hermoso, para mi fue el tiro de gracia, me dio duro, cortando de golpe el hilo que sostenía mis esperanzas.

Hasta aquí llegaron años de historias, de miradas encontradas, de risas en la noche, de bolas de nieve en la espalda, de ceños fruncidos, de riñas sin sentido, de regalos sin dinero, de abrazos espontáneos, de muecas divertidas, de palabras en silencio... de infinidad de momentos.

Irrecuperable.

Es esa la palabra que no he podido plasmar estas semanas, solo salían cielos oscuros sin estrellas, o remolinos multicolor en un mar infinito, o luces apagándose en una noche de tormenta. Todos con esa palabra al fondo, como un enorme cartel con ella parpadeando en colores neón. Pero solo ahora la entiendo, solo ahora tengo la capacidad de leerla.

Irrecuperable.

Ahora lo comprendo. El porqué las personas dicen que cuando el dolor es muy grande sienten como se les rompe el corazón. También comprendo que una rotura de buen tamaño no siempre es provocada por alguien en sentido romántico. Habiendo sufrido las dos experiencias, puedo decir con total seguridad que duele más perder una amistad, duele doblemente. Por él y por mí.

Soportando el nudo en mi garganta deje de ver mis manos y levante la mirada a sus ojos, justo en el momento en que él hacía lo mismo. El dolor en los suyos era seguramente un reflejo del dolor en los míos. Un escalofrió doloroso me recorrió y sentí la piel ardiendo, ardiendo y congelándose. Ardiendo tal vez por el frío. Apenas y pude susurrar la respuesta antes de que se me nublara la vista.

-Lo sé.

Antes de alarmarme comprendí que no me estaba quedando ciega como tanto decía mi madre que me sucedería por leer tanto, sino que mis ojos se estaban llenando de lagrimas y que por ello ya no podía ver más a quién estaba frente a mi, con la mandíbula apretada y dolor en la mirada. Pero con valor. Y lo amé más, si es que eso era posible, por su valentía. 

Lastimaba, horriblemente, que ése amor no fuera el que él esperaba a cambio.