27 de octubre de 2013

Pretention

No puedes pretender que en tu corazón existen la paz y el amor mientras rompes la seguridad de alguien...

Tampoco puedes pretender sanar al mundo causando heridas...
Ni amar a tu prójimo ignorando al necesitado...

No puedes darle la espalda al que una vez llamaste amigo,
no puedes ganarte la confianza de alguien para después destrozarla en su cara,
no puedes hacer esa clase de cosas y presumir bondad y amor al resto de mundo.


A eso se le llama hipocresía y mientras este en tu vida nunca conocerás la lealtad, la amistad ni la humildad. Si vas a tener un amigo, ámalo. Si vas a tener un enemigo, conócelo. No finjas interés por ninguno de los dos, vive en la verdad y no hagas promesas de eternidad. No elijas brillar sobre los demás, no elijas ser el mejor, ni escojas la admiración sobre el respeto. 

Recuerda y aprende que las mejores personas lo son sin proponérselo.



20 de octubre de 2013

Emma

Me quedé sola en casa, algo que en muy pocas ocasiones sucede. Siempre he adorado estos momentos en que puedo, por fin, tomarme mi tiempo para charlar con mi mente, para disfrutar de mi propia compañía. Siempre, pero no hoy.

Hoy me invaden muchos sentimientos, desde la preocupación, al arrepentimiento y después a la ira y a la decepción. Siento un nudo dentro de mi pecho y con cada pensamiento es como si alguien presionara fuertemente ese nudo, apretando cada vez más y más, cortándome la respiración. Simplemente no puedo dejar de pensar en la cara de mi hermana después de la discusión que tuvimos, ni en el ruido que hizo la puerta al chocar contra el marco, o la vibración que dejó el estruendo en la ventana.

Nunca había discutido así con ella, nunca habíamos estado tan desacuerdo en algo. O más bien en alguien. Y es que paso lo que inevitablemente tendría que pasar en algún momento, a nuestra corta edad de 16 años, ella se ha enamorado.

Y lo ha hecho de la persona equivocada.

¿Cómo lo se?

No puedo evitar suspirar mientras me siento en una de las sillas del patio trasero, esperando a que la lavadora termine su ciclo para tender la ropa. Como ella se fue, a mi me toca hacer los deberes que nos encargo nuestra madre. Dejo caer la cabeza en el respaldo de la silla y miro el cielo, escrutando sus detalles.

Emma y yo somos hermanas. Y por si ese vinculo no es lo suficientemente fuerte, somos gemelas. Gemelas idénticas. Ni mi madre puede encontrar una diferencia física entre las dos, ella nos reconoce principalmente por nuestro carácter, nuestro padre sencillamente acepto su derrota y siempre nos pregunta quien es quien. De pequeñas les gastábamos bromas con lo que supongo que es típico entre gemelos, intercambiar lugares.

Eso hasta que mamá se molesto con una broma bastante pesadita que hicimos y nos mando hacer estos dos collares tan hermosos e invaluables para nosotras. Se trata de dos nubes con la mitad de un sol, al unir los dos dijes se completa la imagen de un sol saliendo entre dos nubes. Mamá ama observar las nubes, un hecho que me contagio a mi, Emma por el contrario ama observar las estrellas. El asunto es que por la parte de enfrente cada nube tiene grabada en el centro nuestra inicial. Una A y una E. Y por la parte de atrás tiene grabada nuestra huella digital del dedo pulgar. Tal vez la única cosa en la que somos diferentes. Desde que nos dio los collares, cuando teníamos trece años, nos prometió que si alguna vez los intercambiábamos y ella se daba cuenta, nos castigaría como nunca lo ha hecho.

Naturalmente lo hicimos, pero fueron ocasiones tan llenas de adrenalina que solo lo hacemos en situaciones de extrema emergencia. Siempre hemos sido cómplices, siempre nos hemos entendido sin necesidad de palabras. Tenemos este vinculo que nos une más allá de lo que pueden estar unidas dos personas en el planeta.

Lo que me lleva al nudo en mi pecho. Al dolor que siento tanto por ella como por mi. Se que ella me cree, se que ella sabe que no miento, que tengo razones para advertirla, para preocuparme. Pero esta tan perdidamente enamorada, que casi puedo sentir como nos romperán el corazón.

El chico en cuestión es un patán. Un arrogante y estúpido musculitos que se cree en la cima de la cima de los chicos de preparatoria solo porque a su edad ya esta en el equipo de baloncesto. Es tan patético y cliché que no dejo de preguntarme cómo Emma se pudo fijar en él. Un hecho que no tendría nada de malo, si en el fondo el señor egocéntrico sintiera lo mismo por ella.

Pero ella no me entiende, no entiende cuando le digo que se debe alejar de él. Que solo esta jugando con ella, que la hará sufrir. Pero ¿Como explicarle cómo es que estoy tan segura? ¿Cómo decirle que ese idiota me intento meter mano en una ocasión y, que después de saber que yo no era ella, hizo un gesto restándole importancia y que sonrió diciendo "siempre quise salir con unas gemelas"? ¿Como explicarle el asco que sentí cuando ella esta tan enamorada de él?

Presione mis ojos con las palmas de mis manos y metí los dedos entre mis cabellos, apretando, con fuerza, para sentir algo diferente a la desesperación que me carcome por dentro cada vez que pienso en Emma llorando por culpa de ese infeliz. Nunca había sentido tanta impotencia.

El estruendo de la alarma de la lavadora me provoco un sobresalto y me saco de mis pensamientos. Me levante y comencé a sacar la ropa de manera mecánica, sacudir, levantar y colgar, sacudir, levantar y colgar...

Cuando coloque la ultima prenda y baje los brazos, la agradable sensación que se obtiene cuando absolutamente nada ocupa tu mente desapareció. Todas las preocupaciones y pensamientos volvieron, todo se re-acomodo donde lo había dejado.

Sin ánimos de nada vuelvo lentamente a la silla donde estaba sentada, estaba dispuesta a perderme en la miseria de mis pensamientos hasta que Emma volviera cuando un escalofrío me recorrio desde la espalda baja hasta la nuca, y se mantuvo ahí. La sensación era tan intensa que dolía físicamente.

Solté el aliento y con las dos manos masajee toda el área, intentando sin éxito que el dolor y las punzadas desaparecieran. Antes de que me pusiera a analizar la sensación extraña, una ráfaga de viento sacudió con violencia la ropa que acababa de tender. Fue tan fuerte que incluso algunas blusas se desprendieron y salieron volando hasta detenerse en la valla, a mas de tres metros.

Mantuve las manos en mi nuca mientras la corriente gélida me daba de lleno en la espalda y lanzaba mi cabello hacia delante. Las ramas de los árboles se movían y gemían, como si quisieran apartarse del camino de algo tan espantoso para ellos como... el fuego. Fuego. En mi mente la palabra hizo click casi con el sonido que sale en los dibujos animados cuando el más fuerte golpea con el martillo en esa barra medidora de fuerza, y el disco que sale disparado llega al tope. Ese tiiin.

Claro que, seguramente, era mi imaginación. Porque los árboles no hablan, los árboles no sienten y no sufren y no temen. Nada tenía que ver con ellos y todo conmigo. Con mi indeseado don. Ok, no es un don en sí. Yo jamás lo he visto como un don, pero mi madre siempre me ha tratado de meter esa idea en la cabeza. 'La empatía es buena cariño, te ayuda a entender a las personas'.

Y tal vez sea cierto, en un punto muy alejado de la clase de empatia que me tocó a mi. Yo soy extremadamente, y cuando digo extremo es extremo, empatica. Puedo sentir demasiadas cosas provenientes de alguien, tanto incluso como para adivinar sus problemas muy personales. Es un fastidio. Un horrible fastidio. ¿Qué de bueno hay en saber que tu maestra de ciencias se siente culpable por engañar a su marido, o peor aún, en descubrir que el profesor de historia se siente emocionado por ir a ver a la maestra de ciencias?

Ese fue uno de los casos más traumatizantes para mi, considerando que cuando me entere solo tenía siete años. De ahí me fui acostumbrando a vivir con eso, a chocar con personas en la calle y sentirme triste por mi hijo enfermo, o molesta con el jefe acosador, o desesperanzada por no encontrar trabajo, o preocupada por un embarazo no deseado... así funciona, en el momento en que hago contacto físico con alguien obtengo todos sus sentimientos. Una basura, como si no tuviera suficiente con los míos. Aunque en los últimos meses algo ha cambiado, sigo sintiendo cosas pero no con la misma intensidad... y en algunos casos incluso he podido bloquear lo que no deseo saber.

Los fuertes y sincronizados ladridos de los perros del vecindario me hicieron parpadear y mirar a mi alrededor, el viento seguía soplando, constante y frío. El hormigueo en mi nuca no disminuyo y había oscurecido casi por completo. Me acababa de quedar pensando tanto en mis propias rarezas que no me di cuenta de la monumental rareza de la situación. Nada de esto tenía apariencia de ser 'normal' y los ladridos de los perros me estaban poniendo nerviosa.

Giré la cabeza solo un poco, lo suficiente para ver el costado de la casa y darme cuenta de que ninguna luz estaba encendida, había salido cuando no eran necesarias. Estaba considerando correr y encerrarme, la puerta estaba a menos de diez metros de mi, pero algo me decía que ya era demasiado tarde. El mismo algo que me pinchaba la nuca con escalofríos una y otra vez.

Rapidamente saque mi celular del bolsillo delantero de los jeans y con una mano teclee un mensaje para Emma: "Perdón, te quiero. Ven a casa, te necesito". En cuanto pulse el botón de enviar y aparecio la leyenda de "mensaje enviado", todo se detuvo. El aire, el frío, los ladridos de los perros... pero el escalofrio que sentía aumento tanto que solté un gemido de dolor y los ojos se me llenaron de lagrimas.

La sensación era fortísima, como cuando llegan a la nota más alta en una canción de opera o como se llamen. Y pronto también desaparecio, como si lo que sea que tratara de advertirme se acabara de rendir.

Entonces escuché unos pasos detrás de mí. Sabía que no era Emma, ni nuestros padres, ni algún vecino; porque el portón que daba al patio donde me encontraba siempre estaba cerrado con un enorme candado que nadie se atrevía a pasar por alto.

El silencio se volvió pesado, incomodo, desesperante. Solo era roto momentáneamente por las lentas pisadas que se iban acercando a mi. Trague saliva y me arme de valor para girarme, en mi mente conté hasta tres para girarme, aunque lo hice hasta la cuarta ocasión.

Era un chico. No parecía mayor que yo, pero al mismo tiempo no parecía de mi edad. No se bien como explicarme, es como cuando vez un árbol verde, lleno de vida, y alguien te dice que tiene ochenta años y no puedes creer que sea tan viejo. Pero me estoy desviando de lo realmente importante, ¿como entro aquí? ¿porque me mira como esperando algo?

Me aclaré la garganta para hablar pero él se me adelanto.

-¿Eres Emma o... la otra?


No reaccioné ante su clara intención de menosprecio, ya estoy acostumbrada. La mayoría de las personas me conocen como la hermana de Emma, la rarita que no se acerca a nadie y que respinga cada que toca por error a otra persona. Puedo afirmar, con total seguridad, que la cantidad de personas que conocen mi nombre no sobrepasan la cantidad de mis diez dedos de las manos.

-¿Porque te interesa saberlo? ¿Quién eres?
-Porque vengo por una de las dos, no quisiera llevarme a la equivocada.


Su sonrisa fue siniestra, me heló la sangre por completo.

-¿Y eres...?
-Ah, debes ser la otra entonces. Emma ya sabría quién soy. Excelente. Me encanta cuando los planes salen como se supone que deben salir.


Dio un paso hacia mi y yo retrocedí otro. Mi cerebro me daba la orden incesante de correr con todas mis fuerzas, pero mi instinto, mi... mi espíritu o lo que sea que fuera, me decía que no serviría de nada. Algo que comprobé cuando, antes siquiera de que parpadeara, lo tenía a un palmo de distancia. Ok, ok, ok... hora de evaluar mis opciones. ¿Gritar? Con el silencio que había seguro me escucharían todos los vecinos, pero cuando lo quise intentar mi garganta estaba cerrada y bloqueada por el miedo. ¿Pelear? ¿Y hacer contacto físico con él? Rayos, no. Era por mucho mi última opción.

-Así que eres la empatica- dijo acercando su mano a mi rostro, moviendo los dedos, como un mago tratando de hacer interesante su truco. -Me pregunto que sentirías si...


Me doble hacia atrás evitando el contacto de sus dedos, pero perdí el equilibrio y estuve a punto de caer. Su mano en mi cintura lo impidió. Estaba demasiado cerca de mí y solo me concentré en bloquear toda la carga emocional que viniera de él.

Me miraba con curiosidad y solo entonces repare en el extraño color de sus ojos. Eran de un azul muy claro, como el color de los glaciares en la Antártida, casi blancos, pero tenían un movimiento alucinante dentro, como remolinos. Enfoque bien mi vista y los vi, eran como remolinos... directamente como remolinos de agua moviéndose dentro y dándoles un color azul unos dos tonos mas oscuro. Nunca había visto nada igual...

-Es una lástima que tengas que ser tú...


Apenas y escuche su susurró de lo concentrada que estaba en seguir el movimiento en sus ojos. Fruncí el ceño, ¿A qué se refería?

Antes de que se lo preguntara paso el dedo enguantado de su mano por mi frente, alisando la arruga entre mis cejas. Se me encogió el estomago del miedo a que me tocara, pero el guante evito el contacto directo y estaba tratando de bloquearlo con todas mis fuerzas.

-Es increíble lo bien que lo manejas...


Su aliento rozo una de mis mejillas y paso su mano enguantada por la otra. Un momento... ¿Cuándo se puso el guante? Hace unos momentos su mano estaba desnuda, estoy segura.

Lo miré a los ojos de nuevo para preguntarle quién rayos era, pero en cuanto lo hice todo se fue al diablo... tal vez literalmente. Todas las barreras que estaba tratando de erigir para no sentir nada que no viniera de mi se rompieron a la vez. Todas y cada una. Pero no fue por su contacto, fue por su mirada.

Por el terror, la condena, el dolor, el odio, la venganza, la locura, la desesperación, el sufrimiento, la rabia, la agonía... las horribles sensaciones que podía resumir en oscuridad y que tenían una intensidad que nunca había conocido, nunca tendría los conocimientos suficientes para describirlo pero pronto sentí como si mi mundo se estuviera partiendo en pedazos y esos pedazos se estuvieran quemando, reduciéndose a cenizas y esas cenizas fueran separadas molécula a molécula, me estaba destruyendo, de la manera más dolorosa posible.

Todas mis venas ardían, no podía respirar ni ver otra cosa que no fuera oscuridad. Estaba apretando los dientes con fuerza, sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca y si esto no se detenía estaba segura de que moriría.

-Mierda...- todo se detuvo de golpe cuando el desconocido maldijo y me soltó, mi cabeza choco con fuerza contra el suelo empedrado del patio y eso me sirvió para terminar de romper la burbuja en la que estaba atrapada.


Respire tratando de atrapar las bocanadas de aire más grandes que cupieran en mis pulmones, me ardían los ojos, tenía la cara empapada de lagrimas y sudor, sentía escozor en las palmas de mis manos y cuando las acerque vi que tenía heridas de medias lunas donde mis uñas se habían encajado con tanta fuerza que no importo que estuvieran cortas.

Mis piernas temblaban por lo que no creí que fuera posible correr, aún así con las pocas fuerzas que me quedaban me fui impulsando hacia atrás, moviendo brazos y piernas, brazos y piernas. Mis Converse nuevas estaban rotas, como si la tela hubiera sido raspada con rocas. Mamá iba a matarme. Claro, si no lo hacía antes este tipo. Rayos, seguro así sería.

Mi sistema entro en alerta cuando escuche sus pisadas de nuevo avanzando. Levante la vista y lo vi acercándose, su cabello negro cubriendo sus ojos. Me impulse con más fuerza y rapidez hacia atrás hasta que choque con la valla.

-¡Detente!- Grité aterrorizada -Si vas a matarme hazlo ya, disparame o algo así, no vuelvas a hacer eso, ¡es ruin! permiteme morir rápido.


Él se detuvo sorprendido y sentí su mirada por unos largos y eternos segundos, luego la desvió hacia la casa.

-Eso no formaba parte de mis planes, no se supone que tengas que sufrir. Tu no deberías haber visto eso, nunca nadie... no habían... como sea. No sufrirás, lo prometo.


Por extraño y estúpido, realmente estúpido, que sonara, eso me tranquilizo. El hecho de saber que moriría sin dolor, sin volver a sentir lo que sea que fuera que acababa de sentir, me dio cierta paz. Y el desconocido pareció leer mis pensamientos, porque me miró más sorprendido que antes y soltó una carcajada. Una que sonó agradable y hasta... llena de admiración. Claro que todo eso podía ser solamente una idea tonta mía.

-Eres increíble. Si de mi dependiera no serías tu. Lástima que no es así, estaré furioso un buen tiempo después de esto.
-Bueno, gracias supongo.


De pronto ya estaba a un lado mío y me ofrecía la mano para ponerme de pie. La acepte un poco temerosa y mis piernas apenas me soportaron, apreté los dientes cuando los calambres me acribillaron. Luego el dolor ceso, el desconocido me tenía en sus brazos y fue mi turno de sorprenderme. Nunca nadie me había cargado en brazos, nadie. Ni siquiera papá. Me sonroje y vi la sonrisa ladeada del desconocido. Hice una mueca, tengo que conseguir un nombre para él... aunque ¿que importa? de cualquier forma estoy a punto de morir.

-Mi nombre es Elian.


Extraño. Por su puesto, el nombre tenía que ser como su dueño.

-Soy Ammy, diminutivo de...
-Amethyst, lo sé. Siempre lo supe.


Se sentó en silencio en la silla donde había estado sentada antes, conmigo entre sus brazos. Se quedo simplemente ahí, en la oscuridad, mirando un punto en el espacio, por no se cuanto tiempo. Dos minutos o tal vez dos horas. Entonces recordé a Emma, si había visto mi mensaje no tardaría en volver. No. Ella no podía estar aqui, ella no podía verme morir.

-Será rápido. Lo odiaré pero será rápido.
-¿Puedes leerme la mente?- Pregunte intrigada. Ya habían pasado varias ocasiones en que así lo parecía.
-No exactamente, puedo hacer muchas cosas.


Si, me lo imagine.

-Es hora- Suspiró y se puso de pie. Luego, despacio, volvió a poner mis pies en el suelo pero siguió sosteniéndome con sus brazos. Se acercó tanto a mi que por un momento creí que me besaría. Temí que lo hiciera, pero también me decepciono que no fuera así. Tomo mi rostro entre sus manos y evite sus ojos. -Mírame- ordenó.


Poco a poco, con temor, fui pasando la mirada por su rostro. Su barbilla bien afeitada, su mandíbula apretada, sus labios firmes y llenos, su nariz recta... y me detuve en sus pómulos.

-Dicen...- dije con voz ronca-... que hay personas que tienen una mirada que puede matarte- tragué saliva- pero nunca lo había creído hasta ahora.


-Las hay- respondió. -Pero no te mataré con la mirada. Eso solo aplica para casos especiales- detecte la sonrisa en su voz y al fin me anime a mirarlo a los ojos, estaban cálidos, no creí que el azul podría ser un color cálido- No te haría esto si no fuera necesario. Lo es, créeme. Espero que me perdones.- asentí aunque apenas y pude mover mi cuello, estaba aletargada, a punto de dormirme- Como sea... Es tarde y tienes sueño ¿cierto?- asentí de nuevo aunque él no parecía querer una respuesta- Vas a quedarte aquí, vas  a estar cálida como cuando eras bebé, cuando tu madre las arropaba en la cuna y les cantaba para que durmieran... y vas a soñar con el recuerdo más bonito que tengas. Ignorarás todo lo que pase a tu alrededor, por mas sonidos que escuches, gritos, aunque te llamen solo seguirás mi orden y será mi voz solo la que te traiga de vuelta a este día, si es que alguna vez eso pasa. Ignorarás también las sensaciones, no sentirás calor o frío, ni... fuego ni lluvia, no hasta que... hasta que despiertes. Lo más importante, me olvidarás a mi hasta que te ordene que despiertes, tendrás paz hasta que diga que recuerdes. Aunque tal vez eso nunca suceda...


Me dejo lentamente recostada en la silla, sentí sus brazos abandonarme y sus dedos pasando por mi cuello, luego un ligero tiron y finalmente lo vi alejarse unos pasos, se giró y camino sin mirar atrás.

Se iba perdiendo en la oscuridad hasta que chasqueo los dedos y una luz fuerte lo ilumino todo. No quería cerrar los ojos y dejar de verlo, avanzaba con seguridad, cada paso igual de firme que el anterior.

"Ahora lo que pase ya no me corresponde a mi". Lo escuche murmurar antes de desaparecer por completo.


Finalmente baje los parpados y me sentí cómoda, reconfortada, un aroma agradable llego hasta mi. No escuchaba nada ni podía abrir los ojos, pero ese aroma me recordaba a los días de invierno, cuando el abuelo nos contaba historias a Emma y a mi sentado en su mecedora frente a la chimenea, era el aroma a mi hogar. A tiempos felices.

Mi cuerpo se acomodo en la silla, de tal forma que mi teléfono termino cayendo del bolsillo del pantalón. Si hubiera estado despierta y lo hubiera recogido habría visto el mensaje de Emma, me habría asustado por su preocupación. Habría entendido el significado de muchas cosas. El mensaje decía: "¡Corre Ammy! Por favor corre, te amo ¡no me dejes! Voy en camino, solo aguanta y aléjate del fuego. ¡Resiste!".

Pero yo nunca llegue a leer ese mensaje. Perdida en la felicidad de mi sueño, nunca me llegue a despedir de Emma. Me perdí, la perdí, me perdió... Nos perdimos. Pero permanecí sonriendo escuchando la tranquila voz del abuelo... y curiosa cuando recordaba ese tal vez eso nunca suceda.

Recordaba la última imagen en mi mente, esa luz intensa proveniente de mi casa. Antes de irme escuche a los árboles, una tontería, y de pronto unos brazos fuertes sosteniéndome... Que bonita manera de morir, aunque no estaba muriendo ¿o si?

Tenía ganas de reír, pero no podía, rápidamente lo olvide... estaba olvidando todo pero no me preocupaba, estaba en paz. Solo había Fuego y dibujos animados riéndose y golpeando metal contra metal. Tiiin.

17 de octubre de 2013

Su beso.

Su beso no me robó el aliento...


Su beso rompió la barrera de mi cielo,
inundó los mares de mi alma
y quemó toda hoja de duda del árbol de mi vida,
pero mi aliento...
mi aliento continúa en los pulmones,
tal vez más puro, tal vez más fresco... 

Tal vez más mío.