2 de noviembre de 2015

Goodnight

Una apuesta y un juego.

Cuentiembre #1

Iba de camino a casa, no soy de las chicas que disfrutan las noches de Halloween, de hecho detesto esta fecha porque por todos lados hay cosas que dan miedo. En la televisión, en internet, incluso en la radio. Este año, además, se añadieron mis amigos.

No se porque les hice caso y me apunte para ir a esa fiesta. Bueno, si, lo sé. Me dejé contagiar por la emoción de los demás y por el incentivo de que ahí estaría Cesar, el chico de la universidad que me gustaba. Y recalco que me gustaba porque hace unas horas dejo de hacerlo. Es un imbécil.

La fiesta tampoco fue de mi total agrado. Empezó bien porque estaban ahí mis cuatro mejores amigos, uno de ellos cumplía años y la fiesta era más en su honor que por Halloween, pero todos tenían que ir disfrazados. Las chicas me ayudaron a escoger el disfraz, no es que tuviera mucha ciencia ir vestida de ángel, pero ellas quisieron poner su granito de arena.

El caso es que estábamos muy agusto todos, riendo y tomándonos fotos, contando algunas historias de terror y pasando el tiempo. Ese fue el único momento de la fiesta que me gustó, entonces me separé de ellos para ir al baño y cuando regresaba a dónde estábamos me llegó el primer mensaje:
Qué buena fiesta, ¿verdad?
Provenía de un número desconocido, la lada ni siquiera era de la ciudad, por eso mismo no me molesté en culpar a mis amigos de estar jugándome una broma pesada.
Si, ¿nos conocemos? Lo siento, no tengo tu número.
Le respondí y volví a guardarme el móvil. Justo en ese momento vi a Cesar venir hacia mi con una sonrisa de medio lado.

-Jessica, ¿verdad? -asentí con una sonrisa dudosa y el se apresuró a explicarse-. Tu amiga me estuvo hablando de ti, ¿quieres bailar?

Abrí los ojos con sorpresa y algo de vergüenza. Las mataría, en cuanto las viera de nuevo, las mataría, porque estoy segura que las dos tuvieron que ver en esto. Todos, de hecho.

-Claro.

En realidad no quería bailar, pero lo acompañe de igual forma, comprobando que una cosa es tener un sano enamoramiento platónico, y otra conocer al chico en cuestión y hablar con él. O en su defecto, no hablar. A Cesar solo le interesaba bailar y aprovechar la ocasión para meterme mano y cuando, tras una pausa, me sugirió amablemente "regresarme al cielo" en una de las habitaciones de arriba, perdió todo su encanto. Le dije que "no gracias" y me despedí para ir en busca de mis amigos. Lo malo es que no estaban por ningún lado.

Cerca de media noche encendieron unas luces estroboscópicas y pusieron música de rock pesado. Con eso todo adquirió un tinte un poco más aterrador.

Como tenía el móvil en la mano, pendiente de recibir una respuesta a todas las llamadas y mensajes que les había dejado a mis amigos, me di cuenta cuando entro un nuevo mensaje y, esperanzada, lo leí rápidamente.
Tu no me conoces, pero pronto lo harás. Muy pronto.
El mensaje me provocó un escalofrío. Voltee a ver si alguien cerca estaba mirándome, pero con las luces y el escándalo, no pude ver nada.
Si esto es una broma, está bien, lo lograron, solo salgan de dónde estén.
La respuesta llegó de inmediato.
No es una broma. Para nada. Y si te refieres a tus amigos, hace como una media hora que se fueron a otra parte.
La preocupación martilleó en mis sienes, como pude atravesé la marea de gente y llegue hasta la puerta de entrada, salí al estacionamiento buscando el auto donde habíamos llegado, pero no estaba. Se habían ido y me habían dejado ahí.

Estaba un poco furiosa con ellos, por irse sin avisarme. Además ellos eran los que me habían convencido de ir. Pero fuera de eso, estaba más preocupada por irme a casa. No traía dinero y no conocía a nadie de la fiesta, salvo a Cesar, que bien podría estar "llevando al cielo" a alguien en estos momentos.

Resignada, calcule que la caminata hasta mi casa sería de una hora, más o menos. Siendo noche de Halloween tenía buenas probabilidades de encontrarme con varios grupos de niños y sus padres, pidiendo dulces en las casas aledañas.

No pasaron ni cinco minutos cuando me tuve que detener para quitarme los zapatos, mis pies llegarían destrozados si continuaba con esas cosas, cuando comencé a caminar de nuevo, mi teléfono vibro con otro mensaje. Ya no tenía muchas esperanzas de que fueran los chicos y leí el mensaje con más desconfianza que otra cosa.
Buena idea quitarte los zapatos, así podrás correr a casa.
Me giré rápidamente pero la calle estaba sola, algunas casas tenían las luces encendidas pero nadie se asomaba por las ventanas. Por un momento pensé en volver a la fiesta y pedir ayuda, o simplemente quedarme ahí hasta que amaneciera y volver con la seguridad de la luz del día. Eso es lo que debí haber hecho en un inicio, pero ahora existía la posibilidad de que quién me estaba mandando los mensajes se encontrará detrás de mí. Aunque no pudiera verlo, había muchos lugares dónde esconderse.
Mira, me estas asustando... si esto es una broma detente o llamaré a la policía.
Comencé a caminar de nuevo, está vez a un paso más veloz, mirando hacía atrás cada pocos metros y cuidándome de no pisar cosas afiladas o tropezar. Había avanzado un buen tramo cuando el teléfono volvió a vibrar, a duras penas contuve las ganas de lanzarlo lejos.
Llámalos, ¿sabes cuantas llamadas reciben en Halloween? te escucharán, por supuesto, pero para cuando lleguen, probablemente...
Dejó los tres puntos suspensivos para que entrara en pánico, lo se, pero con trabajo pude evitar soltar un grito ahí mismo. No me importó lo que dijo de la policía, de igual forma marqué mientras comenzaba a trotar.

-Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?

-Hola, hay alguien persiguiéndome -contesté con la voz entrecortada-, salí de una fiesta y comenzó a mandarme mensajes, no se quién es pero me esta observando.

-Muy bien señorita, ¿hay algún lugar cercano  en dónde pueda pedir ayuda y refugio en lo que llegan nuestros oficiales?

-No -dije casi sollozando-, hay casas más adelante pero las más cercanas están a unos cinco minutos.

-De acuerdo, necesito que se mantenga en la línea y que me diga en donde se encuentra.

Le respondí y corrí un poco más rápido, cuando vi las luces de las casas a lo lejos escuché un ruido atrás de mí. Un automóvil. Iba a hacerle una señal para que se detuviera, pero se me ocurrió que podía tratarse del tipo de los mensajes.

-Viene un auto... viene un auto.

-Salga de la calle -me dijo la operadora, seguramente pensando en lo mismo que yo.

Le hice caso y traté de pasar desapercibida en la orilla de la calle. Por desgracia no había árboles tras los cuales pudiera esconderme. El auto se escuchaba cada vez más cerca y acelerando. Cuando pasó por mi lado, ignorándome, solté la respiración contenida, aliviada, pero entonces el auto se detuvo unos diez metros enfrente, las luces rojas brillando con fuerza, dándome un mal presentimiento.

-Se detuvo... enfrente... ahora está retrocediendo. -Aunque hablaba en voz baja la operadora debió notar que estaba a punto de comenzar a llorar y gritar por la tensión.

-¿Tienes algo que te pueda servir de arma?

Lo único que traía en mis manos eran los zapatos, y los aferré con fuerza al pensar en los tacones.

-Si.

-Úsala si es necesario, guarda el teléfono pero no cuelgues. Guárdalo dónde no puedan verlo.

De inmediato lo metí por mi escote y me acomodé los zapatos en las manos, con el tacón de aguja apuntando hacia fuera. El auto se detuvo justo a un lado de mi y el vidrio del copiloto bajo lentamente, mostrándome a un chico frente al volante, sin disfraz y con semblante preocupado.

Como no traía disfraz podría deducir que no venía de la fiesta, y, que por lo tanto, no es el que me ha estado enviando mensajes. Aunque claro, un pensamiento tan ingenuo como ese puede traer tantos problemas como el pánico. Mejor me aferro a la idea de que la policía ya está en camino.

-Hola -dijo el chico del auto-, ¿estás sola? ¿no quieres que te lleve? Voy al otro lado de la ciudad.

Parecía amable y genuinamente preocupado, pero negué con la cabeza con decisión.

-No gracias, alguien ya viene en camino.

-¿Estás segura?

-Si.

El hombre se encogió de hombros y se fue, dejando la calle oscura y en silencio otra vez. Miré hacia atrás de nuevo, encontrando la calle igual de vacía. Pensé que el hombre se habría asustado cuando llamé a la policía y había decidido ir a buscar a otra persona. Tomé el teléfono de nuevo e informé a la operadora, en caso de que no hubiera escuchado antes.

-Se ha ido, estoy a punto de llegar a un grupo de casas y llegaré a pedir ayuda ahí.

-Lo has hecho muy bien Jess, estás a punto de lograrlo.

-Gra... -me detuve de golpe cuando me di cuenta de algo. Mire con horror el teléfono-. ¿Qué ha dicho?

-Qué estas a punto de...

-No. Me llamó Jess... Yo nunca le dije mi nombre, ¿como...

La risa al otro lado de la línea me provocó un mareo, pero fueron sus palabras las que me dejaron al borde del colapso.

-Será mejor que empieces a correr.

Y así lo hice. Corrí como una maldita loca, ya sin fijarme hacia atrás, con el único objetivo de llegar a algún lugar a pedir ayuda.

Cuando finalmente llegué a las casas que vi desde lejos se me cayó el alma a los pies, no había ni una sola que no tuviera vayas enormes, enrejados o que no pareciera un refugio antiaéreo. Comencé a gritar por ayuda, con la esperanza de que por lo menos algún guardia me escuchara. Pero pronto volví a caer en cuenta de la fecha, en cuenta de que los gritos eran algo normal. Incluso parecería una broma. Mantuve, sin embargo, la esperanza de que al menos llamaran a la policía. A la policía de verdad.

Continúe corriendo, con todas mis fuerzas, más allá de lo que calculaba que era la mitad del camino intenté llamar a la policía de nuevo.

-¿Ya te cansaste de correr?

Colgué de inmediato y marqué a uno de mis amigos en su lugar, cuando escuché el primer tono casi grito emocionada.

-Vamos, te falta poco para llegar aún pu...

Colgué comprendiendo lo que pasaba. Todas mis llamadas estaban siendo desviadas a ese número, y, seguramente, también estaban desviando mis llamadas entrantes. No tenía ni idea de cómo lo estaban haciendo, pero ya no me fiaba de mi teléfono, que en ese momento vibró con otro mensaje.
Debiste haber aceptado el ofrecimiento de ese amable chico, o quién sabe, tal vez hubiera sido peor.
Con más furia que miedo lancé el teléfono lo más lejos que pude. Eche otro vistazo hacia atrás y seguí corriendo.

Corrí y corrí hasta que me dolieron las piernas, los pies hacía tiempo que habían perdido sensibilidad, no quería ni voltear a verlos porque estaba casi segura de que estaban en carne viva.

Cuando divisé el conjunto de apartamentos donde vivía me permití aflojar un poco el paso, sintiéndome casi en casa. A metros de la seguridad. Y entonces escuché un ruido detrás, ramas, piedras y asfalto. Giré la cabeza sobre mi hombro y lo vi. Alguien totalmente vestido de negro, mascara incluida, corriendo a una buena velocidad.

Sin pensarlo dos veces avancé con un vigor renovado, estaba cerca, era lo único que podía pensar. Unos metros más, solo unos metros más.

Casi no podía creerlo cuando llegué, incluso cuando subí las escaleras para llegar a mi apartamento en el tercer piso sentía que el último esfuerzo había sido demasiado fácil, mi perseguidor se había rendido sin más, porque no lo veía por ningún lado. Me detuve enfrente de mi puerta y mis manos temblaban para meter la llave y abrir. Lance un último vistazo al pasillo vació y entre en mi apartamento.

Me deje caer contra la puerta, no sin antes echarle llave, y me permití respirar aliviada. Demasiadas emociones pasaban por mi mente cuando escuché la voz.

-Hiciste un buen tiempo.

Era ella, la voz de la falsa operadora. Se me escapó un grito y me giré para abrir la puerta y salir. Lo hubiera hecho, si no hubiera estado el hombre vestido de negro impidiéndomelo. Me empujó hacia adentro y me moví sin oponer resistencia, estaba entumecida, en shock. Era imposible que esto me estuviera pasando a mi. Yo nunca buscaba problemas, a mi no me deberían pasar este tipo de cosas. Los ojos se me fueron llenando de lágrimas mientras el hombre encendía la luz y se quitaba la máscara. Era el chico del auto, el que se ofreció a traerme.

-Verás -dijo la mujer, poniéndose de pie desde mi comedor-, hicimos una apuesta, si él conseguía atraparte antes de que llegaras aquí, te ganaba él. Si llegabas, te ganaba yo. Te mentí cuando te insinúe antes que si hubieras aceptado el aventón te habría ido peor, la verdad es que yo soy más... creativa.

-¿Po... por qué... hacen esto? ¿Por qué yo?

-Oh, no te sientas especial, es un simple juego.

-Nuestro juego de Halloween. -Agregó el chico.

No soy de las chicas que disfrutan las noches de Halloween, y después de ese día de malas decisiones, perdí la esperanza de llegar a hacerlo alguna vez.


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