8 de noviembre de 2015

Always with me

Nadie la amaría tanto

Cuentiembre #7

La veía todos los días.
Tengo poco tiempo en esta ciudad, pero desde el primer día, cuando salí temprano a tomarme un café frente al parque, la miré. No fue más que un destello y en ese momento, creyendo que no la volvería a ver, no le tome ninguna importancia.
Tardó casi una semana para convertirse en mi centro de atención. Y si, debo admitirlo, me obsesioné con ella. Era hermosa pero no de la forma tradicional, nada de caras angelicales ni cuerpos espectaculares, su rostro era todo ángulos y su cuerpo no era voluptuoso, pero sus piernas, ah... sus piernas.

Todas las mañanas salía a correr, duraba exactamente cincuenta minutos dando vueltas por el parque y después se iba corriendo a su casa. Nunca la seguí, no soy de esa clase de tipos, prefería mantener el misterio, la emoción. Ir descubriendo poco a poco sus secretos.

Un día de la tercera semana hubo un pequeño cambio que me hizo actuar, o más bien comenzar a planear como actuar. Llegó corriendo de la misma manera, solo que esta vez, en lugar de traer su pequeña botella de agua, traía también una mochila pequeña, rebotando sobre su espalda con cada paso que daba.

Cuando terminó con su rutina, en lugar de irse a su casa, pasó frente a mi y se sentó en una banca cercana a la mía, bebió agua, abrió su mochila y... sacó un libro. Me quedé embelesado mirándola por quién sabe cuanto tiempo. Ella leía ignorando todo a su alrededor y yo sentía que había encontrado un tesoro. Probablemente en ese momento me enamoré de ella, sin conocer nada más allá de sus cincuenta minutos diarios, sus largas y torneadas piernas y la pasión con la que devoraba un libro.

Aunque mi plan fue rápido, tomé en cuenta todos los detalles. Una semana después solo estaba esperando su llegada, en la misma banca de siempre pero con todo preparado.

El primer acercamiento fue fácil, un hola, una sonrisa, un chiste, un halago y una rápida despedida. Al día siguiente fingí que la ignoraba. Al día siguiente ella me buscó. Mantuvimos lo que yo llamo una amistad de protocolo, de esa que es obligatoria porque las chicas, por lo menos las inteligentes, no hablan de amor con un tipo al que acaban de conocer.

Y hubo amor, claro. Una historia no tiene sentido si no hay amor. Aunque mi amor es diferente, pocos chicos amarán a una chica como lo hago yo. ¿Y a ella? Nadie nunca la amaría tanto, de eso me encargué personalmente.

Después de nuestra primera cita, de nuestro primer beso y de muchos besos más, de dormir juntos y despertarnos juntos, después de que ella me amara tanto como podía hacerlo... pues decidí que era la indicada.

Una historia más en el periódico, una caso más sin resolver para los policías locales. Yo me mudé, por supuesto, como siempre lo hago. Pero a ella me la lleve conmigo, ahora siempre esta conmigo.


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