26 de mayo de 2015

Lightning

Nuestro amor fue como un relámpago. Fuerte. Intenso. Electrizante. Tan brillante que le trajo luz a la oscuridad, y, al igual que uno, lo escuche primero, antes de verlo.

Su sonido era magia, me erizaba la piel. Día a día la música me acercaba a él, un paso a la vez, me perdía y me hipnotizaba. Hasta que, aguantando la respiración y con un paso vacilante... lo conocí.

Como con los relámpagos, primero le tuve miedo. Me quede paralizada. Mi corazón latió fuerte y rápido. Mi sentido de la preservación me indicó que corriera y me alejara. Pero había demasiado por ver, demasiado por descubrir y nunca he sido cobarde.

Su visión se grabó en mis pupilas para siempre. Ahora a dónde sea que veo, ahí está él, tan apasionado como despeinado, tan en paz con su soledad, tan lleno de tristeza. Siempre me enseñaron a huir de la tristeza, pero él iba más allá. No era solo un chico triste, era un chico inteligente que usaba el poder de la tristeza.

Con él, el dolor tenía un matiz hermoso, quemaba en lugar de congelar, te llenaba en lugar de dejarte vacío. 

Y compartió su tristeza conmigo. Es lo más hermoso que alguien te pueda ofrecer, cualquiera comparte la felicidad, la calidez, los buenos momentos; pero que alguien comparta contigo su dolor, su sufrimiento, su propio infierno... es un privilegio.

Nuestro amor fue puro, fue real. No ocultamos deseos, no ahorramos insultos, abusamos de los besos y de los ceños fruncidos, caminamos de la mano y en sentido contrario, chocamos y colapsamos, nos amamos y nos odiamos. 

Nuestro amor fue como un relámpago. Fuerte. Intenso. Electrizante. Tan brillante que le trajo luz a la oscuridad, y, al igual que uno, no volvió a tocar el mismo lugar.


Duró menos que un parpadeo... pero valió la pena cerrar los ojos.



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