11 de enero de 2018

Dangerous

   —Ven.

La voz de Devon, aunque era suave, resonó como un trueno en la mente de Gabriela, rompiendo la calma provocada por la melodía tranquila del piano.

   —¿Qué... Para qué?
   —Vamos, solo estas perdiendo el tiempo —Devon estiró la mano hacia ella, aunque todo en él denotaba seguridad y firmeza, por dentro temblaba esperando su respuesta—. Solo... Ven.

Gabriela tenía un nudo en el estómago, su mente le gritaba que era un error, que ella debería estar a kilómetros de ahí... Pero descubrió que había algo más poderoso que esa advertencia, y se trataba de su mano, traicionera, levantándose para encontrarse con la de él. En cuanto se tocaron, sintió el magnetismo como un golpe que acalló todo lo demás.

Devon, temeroso de que de pronto se echara para atrás, tiró de su mano hasta que escuchó como se le escapaba el aliento al chocar contra él. Al sentirla tan cerca al fin pudo respirar, contrario a ella, inspiró hondo y lentamente, casi como si saboreara su aroma.

   —¿Qué haces? —preguntó ella con voz entrecortada.

Él colocó la mano libre en su cintura, moviéndose apenas y presionando con ella para que lo siguiera.

   —Bailamos. —Respondió, al tiempo que se llevaba sus manos unidas a la mejilla y cerraba los ojos.

No fue difícil para ella dejarse llevar por el hechizante ritmo del piano. Cerró los ojos también, y sintió como los latidos de su corazón se acompasaban con naturalidad. 

Al colocar la mano en el hombro de él, le pareció estar resolviendo un rompecabezas, sonrió al imaginarse una pieza encajando en su lugar, y luego, al sentir la frente de Devon tocando la suya, sus narices rozándose, sus alientos, se dio cuenta que ya no faltaban más piezas, estaban completos.

   —Sabes bailar —murmuró, porqué no creía poder aguantar un segundo más ese poderosísimo momento de intimidad en silencio.
   —Pues —sin abrir los ojos sabía que él estaba sonriendo—, he visto muchas películas.

Ella sonrió también y parpadeó. Devon mantenía los ojos cerrados, sus pestañas oscuras caían sobre las mejillas gracias a que estaba sonriendo, tenía el rostro ligeramente sonrojado, con arruguitas en las comisuras de los ojos.

Verlo así, irradiando todo eso a lo que se negaba a poner nombre, le pareció a Gabriela una invasión mucho peor que entrar al baño sin permiso mientras se duchaba. Y pensar en eso la llevó a apretar los párpados con fuerza y a luchar contra su temperatura corporal, «céntrate en la música» se repitió, hasta que lo hizo.

Continuaron bailando, moviéndose apenas en un radio de metro y medio, pero para Devon ellos estaban en un mundo completamente nuevo, enorme, infinito, indescriptible.

   —Baila conmigo... —le pidió, sin atreverse a terminar la frase que en realidad quería decir.
   —Es peligroso —respondió ella, como si hubiera escuchado lo que él no dijo.

Y no pudo más. Abrió los ojos desesperado, tenía que demostrarle que eso que estaba ocurriendo, que esa fuerza que los unía en ese lugar y momento era... Que era real, que no se esfumaría al terminar la canción.

   —Peligroso —repitió. Y enseguida la besó.

Y todo se detuvo. La música. El aire. La fuerza. Su corazón.
Todo se detuvo para, enseguida, volver de golpe con una explosión.

Fue el beso más alucinante de su vida, nunca antes había visto estrellas tras sus párpados, como fuegos artificiales que no dejaban de estallar.

Y sus labios... No podía dejar de besarla, apenas se detenía uno para tomar aliento cuando el otro ya estaba comenzando de nuevo, probó a consciencia su boca con sus labios, lengua y dientes, y no le parecía suficiente.

Cuando finalmente se separaron ambos jadeaban, desorientados, aferrándose mutuamente.

   —Eso... Fue... —Gabriela sentía los labios hinchados y miró sorprendida los de él, con dificultad estiró la mano con la que había estado jalando su nuca para acercarlo y movió los dedos hacia su boca sin tocarlo—. ¿Duelen?
   —No —él también tenía la voz ronca, y cuando rozó con su pulgar su labio inferior ella se estremeció—. ¿Y a ti?

Apenas pudo negar con la cabeza, con ese sencillo roce le acababa de provocar escalofríos por todo el cuerpo. Era demasiado, esa mirada, la firmeza de sus manos, era...

   —Dev, necesito que me acompañes a la casa de Cameron, dice que tiene un nuevo tipo de cuerdas que... Quiero... Mierda —Jack entró tan rápido en la habitación que fue imposible disimular lo que habían estado haciendo, aún así, Gabriela se soltó de golpe y se alejó un par de pasos, con un nuevo interés por la blanca pared de fondo.

   —Largo. —La voz de Devon sonaba calmada, pero nadie que lo conociera se habría dejado engañar.
   —Dev, lo siento...
   —¡Que te largues!

Mucho más rápido de lo que había llegado, Jack desapareció. Pero la burbuja ya se había roto.
Devon se pasó las manos por el cabello tragandose las ganas de maldecir como loco. Se giró hacía Gabriela y dio un paso con cautela.

   —Gab...

En cuanto escuchó su voz ella se encogió un poco.

   —Espera, quédate ahí —pidió sin voltearse.
   —Claro que no —replicó Devon, y de inmediato se colocó frente a ella.
   —No, no, no, no. Aléjate —Gabriela levantó ambas manos tratando de impedir que se acercara más—. Necesito pensar, mi cerebro esta hecho papilla y de verdad lo necesito.

Devon soltó una risita pero se detuvo.

   —¿Puedo saber sobre qué necesitas pensar?
   —Uff, sobre muchas cosas.
   —Por ejemplo...
   —Por ejemplo sobre... La coordinación del programa de mañana...
   —Ajá.
   —Y... El tipo de escenario...
   —Ajá.
   —Y el montaje, las pruebas...
   —Ajá, ¿qué más?
   —Y el desayuno que pediré para los chicos, no sé si debo encargar avena, panecillos y fruta o huevos revueltos, tocino y café... —Gabriela había estado mirando hacia cualquier lado excepto el rostro de él, se había mantenido con los brazos rígidos a los costados, estaba tratando de levantar un muro de protección, hasta que se quedó en silencio y se dio cuenta de que hiciera lo que hiciera ya era tarde, no tenía sentido gastar energía en eso. En ese momento relajó los hombros y se sintió ligera por primera vez en mucho tiempo. Por fin volteó a mirarlo y se dejó llevar por esa sensación burbujeante que parecía estar por todo su cuerpo—. Por cierto, ¿acababas de beberte una taza té?

La pregunta en tono inocente le sacó una sonrisa de oreja a oreja a Devon, dio el paso que le faltaba y la estrechó entre los brazos.

   —En algún lugar de la habitación esta el termo medio lleno —dijo, respirando muy cerca de su oído.

Gabriela rio y correspondió a su abrazo, rodeando su cintura y colocando el mentón sobre su hombro.

   —¿Medio lleno, eh?
   —Si. Si me hubieras mandado a la mierda sería un termo medio vacío.
   —Debería haberlo hecho, no es muy profesional que ande por ahí besuqueandome contigo, cuándo Pete se enteré va a echar chispas... Incluso puede que me despida.
   —Shh, eso no pasará, no descartes tan rápido eso de andar besuqueandonte conmigo.
   —Pff, por si no te diste cuenta yo nunca lo descarté: estoy arruinada, amigo no se lo que sentiste tu, pero yo... Me mataste... No es por inflar tu ego, pero si es siempre así, ahora entiendo porque todas esas chicas...
   —Claro que no —la interrumpió Devon medio ofendido, alejándose un poco para mirarla a los ojos—. Nunca había sido así antes, me creas o no, esto también es nuevo para mi.

Gabriela lo sabía, su instinto no dejaba de señalárselo, sabía que esa intensidad no se daba porque sí, verdaderamente eso era lo que más miedo le provocaba.

   —De acuerdo —aceptó con resignación, luego lo miró con una mezcla de vergüenza y susto—. No vayas a escribir una canción sobre todo esto. 
   —¿Una canción? —Devon envolvió sus mejillas y se inclinó un poco— Ja, pequeña saltamontes, yo ya tengo hasta el título del álbum.

Ella decidió seguirle el juego, restarle importancia. Además, acababa de caer en cuenta de que si se paraba de puntillas, lo besaría instantáneamente.

   —¿Y cuál sería el título? No es que apoye la idea, claro. 
   —Claro —Repitió riendo—. El álbum, que estoy seguro ganaría varios premios y discos de platino, se llamaría "Dangerous", porque esa palabra acaba de quedar grabada con tu voz para siempre en mi mente. 

Gabriela comprendió, mas claro que en ningún otro momento, que ella no saldría bien librada de eso, fuera lo que fuera, era imposible.

Entonces cerró los ojos y apoyó todo su peso en la punta de sus pies. 


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