Suspiré por enésima ocasión mientras la pequeña embarcación se mecía.
-Nat... ¿si te digo que de verdad no me apetece hacer esto? -Él soltó una risita sin apartar la mirada del trabajo que estaba haciendo con sus dedos: colocar la carnada en el anzuelo. Yo, por el contrario, hacía todo lo posible por no ver eso ni por error.
-Vamos, no me digas que dejarás que un pequeño pecesito se salga con la suya.
Bufé y lo miré entrecerrando los ojos.
-De hecho, ¡si!, lo prefiero. Que se salga todo lo que quiera con la suya y sea feliz con su familia de peces, con su señora pez y con sus pequeños huevecillos que algún día lo llamarán papá pez.
-Tu imaginación me abruma -dijo rodando los ojos-, pero, temo decirte que tenemos que conseguir comida y, a menos que quieras ir a cazar aves o venados -se giró hacía mi e hice todo lo posible por concentrarme en su cara y no en lo que colgaba en el extremo de la caña de pescar, ¡que asco, que asco, que asco!-, esta es tu mejor opción, ademas, te encanta el sushi ¿que no?
-¡Sushi de aguacate!, solo a veces lo pido de pollo.
-Oh, que considerada... ¿alguna vez has visto como matan a un pollo? Creo que es...
-¡Cállate! -lo fulminé con la mirada y me molestó aún más que a duras penas se aguantara la risa-. Dame esa cosa, pero te advierto que es la primera vez que lo hago así que es muy probable que todos los peces a un kilómetro a la redonda se rían de mí.
-Hmm, no, no lo harán, ellos no ríen. Tal vez me ría yo, pero te aseguro que ellos no lo harán. -Se movió antes de que le pudiera dar un pisotón y me dejó la caña en las manos.
-Te detesto -murmuré con los dientes apretados mientras él se colocaba detrás de mí.
Con uno de sus pies pateo la suela de mis zapatos hasta que separe las piernas.
-Muy bien, así mantendrás el equilibrio -junto sus manos con las mías y me ayudó a lanzar el anzuelo hacía el agua, a algunos metros del bote.
Sabía que él solo estaba haciendo eso por cuestiones técnicas, pero yo no podía obviar la sensación de sus manos sobre las mías, de su pecho firme contra mi espalda, de sus brazos fuertes alrededor de los míos, me estaba volviendo loca, y, cuando en un movimiento sin intención, mi trasero rozo contra él... se me cortó la respiración.
Sus manos se separaron de las mías y me sentí un poco, solo un poco, decepcionada.
Por favor, ¡contrólate!... Si mi conciencia fuera un ser aparte me estaría abofeteando ahora mismo. Cerré los ojos un momento y cuando los abrí de nuevo me concentré en mantener la maldita caña de pescar lo más firme que fuera posible.
Lo logré... los primeros 10 segundos. Lo estaba haciendo bien hasta que él recogió mi cabello y dejo descubierto un lado de mi cuello, sentí, casi dolorosamente, como se erizaba toda la piel expuesta.
¡Maldito! Luego su respiración cálida comenzó a hacer estragos en mis neuronas.
¡Doblemente maldito!
-Lo estás haciendo muy bien -dijo con voz ronca- solo tienes que mantenerte así hasta que muerda el anzuelo -puso una mano en mi cadera y me pregunte si se estaba refiriendo a él mismo o al desafortunado pez.
-De acuerdo -dije con voz firme y controlada, me sentí tan orgullosa de mi misma cuando se puso rígido y su aliento se alejó de mí, que por un par de segundos baje la guardia.
Cuando volvió al ataque y posó sus labios en mi cuello no pude refrenar el gemido para nada silencioso que salió de mis labios. Me habría avergonzado mucho, mucho, mucho, si mi cerebro no estuviera de vacaciones.
-Pero en mi experiencia... -susurró rozando mi piel con sus dientes, podía sentir e imaginar su sonrisa maliciosa. Yo ya tenía los ojos cerrados y mi torso totalmente apoyado en el suyo-, no lo haces nada mal en
tus primeras veces.
Y mi cerebro canceló su visita a Hawaii.
Abrí los ojos de golpe y miré perpleja por un segundo el cielo. No dije nada, silencio total. Simplemente moví mi pierna hacia enfrente y la lance hacia atrás con fuerza. Sonreí triunfante cuando escuche su gruñido de dolor, giré la cabeza hacia atrás para mostrarle mi lado siniestro.
-Te lo tienes bien mere...
Su reacción ahora si me tomo totalmente desprevenida.
¡Se atrevió!, en medio de mi frase, el idiota se atrevió a tomar mi mandíbula con su mano y mordisquear mis labios a su antojo sin importarle que estaba ardiendo de coraje. ¡Qué valor!, ¡qué malditas hormonas! por su culpa mi enojo se fue al infierno. Que suaves labios. Que bien besa... que...
-Eres un idiota -le dije en cuanto me permitió respirar.
-Lo soy -aceptó él, sonriendo descaradamente-. Un maldito idiota afortunado.
Arrugué la nariz y le di un codazo, estuve a punto de sacarle la lengua pero eso habría sido pasarme de infantil, en cambio giré la cabeza hacía el otro lado y le di en la cara con mi cabello.
-Muy madura.
Escuche sus pasos volviendo a la parte dónde había dejado la carnada,
iugh, y la otra caña de pescar. Mientras me concentraba en deshacerme de la sonrisa de tonta que se me había quedado no me daba cuenta de un ligero tironcito proveniente de la caña de pescar, hasta que dejó de ser tan
ligero.
-Nat... creo que -de pronto un tirón fuerte casi hizo que se me resbalara la caña de las manos y la manilla del carrete comenzó a dar vueltas sin control- ¡Nat! ¡Un pez, un pez, un pez! ¿Qué hago?
Él ya estaba atrás de mi mientras gritaba emocionada, el subidón de adrenalina me hacía difícil escuchar sus palabras.
-Solo mantente firme, deja que el pez se mueva un poco.
-Es muy fuerte -podía sentir claramente como el pez nadaba velozmente en el agua y se iba alejando. El hilo, o lo que fuera, del carrete estaba a punto de acabarse y no parecía que se fuera a detener-. Se acabará el hilo.
-No te preocupes, solo mantente firme y tensa los brazos.
-¡Pero si ya los tengo tensos! En serio, este pez es muy fuerte, no parece que se vaya a de... ¡Ah! -Di un par de pasos y mi estómago y rodillas chocaron con la orilla del bote. Finalmente se había acabado el hilo y si no hubiera estado deteniendo la caña con todas mis fuerzas, seguro habría volado de mis manos-. ¡Ayúdame! ¡Se me va a ir!
Nathan rió a mi espalda.
-No puedo creerlo, ¡te está ganando un pecesito!
-¡Vete a la mierda, esta cosa no es un pecesito! -Gruñí y gracias a la adrenalina que corría por mis venas logré recuperar un poco de terreno.
-A ver, déjame tomar la caña -dijo al fin. Me rodeó con los brazos y está vez no me quede embelesada con eso.
-Es muy fuerte, eh -le advertí antes de soltar la caña en sus manos.
-Que exage... ¡Vaya! -por un momento me aplastó con su enorme cuerpo y mi estomago volvió a chocar contra la orilla del bote, aunque está vez más fuerte-. Rayos, lo siento.
-¡Te lo dije! -me pase las manos libres, al fin, por mis maltratadas costillas y me divertí mucho internamente viéndolo tensar los brazos y gruñir por el esfuerzo.
-De acuerdo, de acuerdo. Estaré arrepentido el resto de mi vida hasta que tu cometas alguna tontería del mismo nivel y estemos a mano.
-¿Quieres acabar en el agua? ¿Es eso?
Sentí su risa en mi espalda y ahora sí que note lo cerca que estábamos el uno del otro. Sus brazos me rodeaban los hombros, sus fuertes piernas estaban abiertas y pegadas a las mías desde los muslos hasta los tobillos, su barbilla rozaba con mi sien porqué el se había inclinado para tener un mejor agarre, supongo.
-Dejaremos lo del baño para más tarde -dijo, con algunas notas de risa aún mezcladas en su voz-. Ahora necesito que tomes el carrete y comiences a enrollar la línea, ¿De acuerdo? -Asentí sin saber muy bien que me estaba diciendo, no podía quitar la mirada de los músculos tensos de sus brazos, recuerdo perfectamente lo bien que se siente estar rodeada por ellos-. Hazlo despacio... -Me pregunto cómo reaccionaría él si me girara y le rodeara el cuello con las manos, o mejor aún: si se las pasara por el pecho hasta su estómago...- ¿Grace? Necesito que comiences a hacerlo ahora.
-¡¿Qué?! -No hay forma de que él sepa lo que estaba pensando ¿verdad?
-El carrete... ¿Me estabas escuchando?
-Si... si, por supuesto -mi cara ardía, podía sentirlo desde mis hombros hasta la raíz del cabello.
-No, ¡no lo hacías!, ¿qué estabas pensando, eh?, ¿porqué tus orejas están rojas?
¡Argh!, como odio que siempre se de cuenta de esta clase de cosas, ¿porqué no simplemente se calla y...? ¡Argh!
-Deja mis orejas en paz, hace sol, es normal que se me enrojezca la piel. -Comencé a girar el carrete y me sorprendió la fuerza con la que el pez luchaba.
-No, no lo creo. Hace un momento tus orejas estaban normales y ahora parece que... ¡Oye!, no tan rápido vas a hacer que...
-¡Auch! -la manija del carrete se me soltó de las manos y me golpeó los dedos, los sacudí en el aire y escuche a Nathan soltando una maldición mientras controlaba con una mano el carrete y con la otra sostenía la caña de pescar.
Tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada en concentración. En ese momento me sentí un poco estorbosa, ahí... solo parada entre sus brazos. Y culpable, por no prestar atención. Doble las rodillas y me incline para pasar por debajo de sus brazos, pero antes de que pudiera avanzar movió su pierna y me bloqueo el paso.
-¿A dónde crees que vas? -Aun en su voz se escuchaba reflejada la concentración.
-Pues... a... algún lugar, para no estorbarte...
-¿Quién te dijo que estorbabas? Este es tu pez. Ven, toma el carrete de nuevo, enróllalo pero esta vez vamos despacio.
Lo miré un instante a los ojos y pude ver de golpe todos los cambios de humor que este chico me provoca. Un autentico dolor de cabeza. Más de lo que podría haber sospechado alguna vez. Sonreí. Rodé los ojos.
-Mi pez ¿eh?, espero sigas diciendo eso cuando te lo quieras devorar. -Me acomodé de nuevo en el hueco entre sus brazos y puse toda mi concentración en atrapar ese pez y en ignorarlo a él, ya había comprobado que no se podía hacer lo uno sin lo otro.
Nos costó bastante trabajo y Nathan no dejaba de mostrarse impresionado por el hecho de que mi primer pez resultara ser un pez enorme de unos quince kilos.
-No puedo creerlo -dijo mientras lo levantábamos y lo metía en una red-. Es el pez más grande que he visto nunca, con esto tendríamos comida para unos tres días, bueno aunque considerando el apetito de Jen tal vez nos alcance para un día y el desayuno del otro, aun así...
En ese momento deje de prestarle atención a las palabras de Nathan, mientras lo subía con la red hice contacto visual con el enorme pez, vi como sus branquias se cerraban espasmódicamente en busca de oxígeno, aún aleteaba, aún estaba presentando su lucha para volver al agua, no se estaba rindiendo en sus últimos minutos de vida, parecía desesperado, pero no se rendía.
-Nat -lo interrumpí, soltando con una mano la caña de pescar y colocándola sobre el brazo que sostenía el peso de la red.
-No estoy exagerando con lo de Jen, en serio, ese tipo come como un...
-Nathan. -Repetí, con un tono de voz mucho más serio.
-Se lo que vas a decir. -Dijo girándose hacia mi con una enorme sonrisa en el rostro-. Esperaba que lo dijeras, de cualquier forma lo iba a regresar al agua en cuanto te tomara una fotografía con él.
-¿Hablas en serio? ¿Ya lo tenías planeado?
-Sip.
-¿Porqué?
-Bueno, cuando le cuente a todo el mundo que mi super novia atrapó un pez que casi pesa más que ella no me creerán a menos que les muestre evidencia, ¿qué mejor que una fotografía?
-No, no, quiero decir... -me esforcé por no cohibirme después de lo de
super novia- ¿porque quisiste que viniéramos a pescar si planeabas... no pescar?
-Claro que pescamos -responde, volviendo a la tarea de sacar el pez del agua-. Trae la cubeta bajo la mesa por favor.
Estaba tan ensimismada viéndolo que tardé un par de segundos en reaccionar, corrí por la cubeta y miré con sorpresa que estaba llena de agua, aunque el pez cabría con mucha dificultad. Después de colocarlo ahí entre gruñidos, maldiciones y un golpe de mi codo a su brazo, Nathan se colocó frente a mi y sacó su teléfono para tomarme la épica fotografía.
Yo simplemente me dejé caer al suelo de rodillas y sostuve con mis dos manos la cubeta que aún se movía desparramando agua, apenas y me di cuenta de un par de fotos y sonreí lo mejor que pude. Estaba más concentrada en el pez, susurrándole estúpidamente que no lo íbamos a matar, qué se tranquilizara, cuando comencé a pasarle una mano por la mitad del lomo que quedaba fuera del agua los "aleteos frenéticos" disminuyeron a "solo aleteos".
Entonces Nathan se dejó caer a un lado de mi, me plantó un beso en la mejilla y alcancé a ver con sorpresa la imagen de ambos mientras era capturada por su teléfono.
-Muy bien grandullón, hora de volver al agua para que conozcas a tu señora pez y tengan muchos huevecillos que un día te llamaran papá pez, o ¿quién sabe? Tal vez te guste la vida loca. -Solté una carcajada mientras él le quitaba el anzuelo y simplemente vaciaba la cubeta sobre el agua de nuevo.
En cuanto el pez se alejó a toda velocidad él se giró hacia mi y lanzó la cubeta a un lado sin prestarle la mínima atención, con un par de zancadas ya estaba enfrente y antes de que pudiera pensar en algo más tomó mi rostro con sus manos mojadas y me besó de una manera espectacular. Fue de esos besos que de haber tenido hipo me habría curado. Mierda, más bien de esos besos que probablemente curarían el cáncer.
Cuando nos separamos permanecí un momento más con los ojos cerrados, respirando como si me acabara de ahogar, y me di cuenta que tenía los puños firmemente apretados en las mangas de su camiseta, lentamente, como si aún corriera algún peligro de salir volando, fui soltando mi agarre y plantando los talones al suelo.
Me pasó una mano por la mejilla y entonces me atreví a abrir los ojos, todo se veía más brillante, los colores mucho más intensos, pero fue su mirada la que me dejo... sin nada, sin aliento... sin palabras, sin ideas.
-Vinimos a pescar Grace, porque pescar es divertido y quería que lo experimentaras por ti misma, pero no vinimos a matar peces, jamás te obligaría a hacer eso.
Me dio un beso más corto mientras asimilaba sus palabras, y creo que fue en ese momento en el que me di cuenta que estaba estúpidamente enamorada de él.
-Vamos a recoger bayas antes de que oscurezca y Jen se nos muera de hambre.
Sonreí mientras entrelazábamos una mano y me dejaba guiar hasta la pequeña cabina del bote/embarcación/lo que sea. Maldita y estupidísimamente enamorada de él.